Os voy a contar una preciosa historia, historia que todos los años sin falta debe de repetirse, Los Reyes Magos regresan a nuestras casas guiados por la Estrella de Oriente a llenar de felicidad a nuestros hijos y a nosotros, porque no???...nunca deberían de dejar de llenarse nuestros y sus ojos de lagrimas de ilusión disfrutando por pocos y sencillos que sean los regalos, nada se cambia en este mundo o en nuestra vida por ver a nuestros hijos sonreír y ser felices...!!!
Nunca, nunca dejéis de venir a nuestras casas...aunque estos tiempos estén marcados por la austeridad y la crisis, nunca dejéis de demostrarnos que todavía vivís en nuestra época,demostrad que por algo sois Magos, de hacernos disfrutar colocando vuestra leche, el agua para vuestros camellos, los polvorones para que toméis algo a medianoche, nuestras zapatillas y zapatos con largo camino recorrido...de colocar nuestros sueños al lado de la chimenea o debajo del arbol...y que por Dios, se cumplan---!!!
Queridos Reyes Magos...!!!
Ellos eran, Gaspar, sevillano, trianero para mas señas de carácter engreído de refinadas costumbres Melchor, Onubense mas introvertido, de bastante inteligencia y Baltasar, mas moreno, gaditano de La Caleta, extrovertido y amable, simpático y dicharachero...los tres estudiaban mucho, conocían los Libros Sagrados, en los cuales habían aprendido a adorar al Dios único, aguardando asimismo la venida de un Salvador.
Cada cual reunió a su séquito, cargaron de regalos sus camellos y emprendieron viaje. Y se encontraron en una confluencia de caminos. Allí, seguramente, se hicieron las presentaciones del caso:
-Mucho gusto: soy Gaspar.
-Encantado: yo, Melchor.
-El gusto es mío: Baltasar.
Siguieron viaje juntos, detrás de la estrella que guiaba sus pasos.
Al acercarse a Jerusalén, no vieron más la estrella. Preguntaron entonces por el rey, para averiguar dónde nacería el Mesías, conforme a las profecías de Israel. Era natural que así lo hicieran, pensando que entre reyes habrían de entenderse. Pero no sabían con quién se metían.
-Oiga, Herodes: ¿nos podría informar dónde ha de nacer el Rey de los judíos?
Herodes se sobresaltó, temiendo que otro viniera a sacarlo del trono. Pero, de todas maneras, mandó interrogar a los conocedores de la Escritura para poder responder a los Magos.
-Nacerá en Belén –les hizo saber Herodes-. Vayan para allá, una vez que hayan encontrado al futuro Rey de Israel avísenme así yo también iré a adorarlo.
Esto último era una pura mentira, porque lo que quería Herodes era encontrar al Niño para matarlo y liquidar así a quien podía ser competidor suyo.
Al salir de Jerusalén, los Magos volvieron a ver la estrella, brillando en lo alto.
Jesús, María y José ya habían abandonado la gruta del nacimiento y ocuparían una casita modesta, en las afueras del pueblo. Hasta ella llegaron los Magos.
Fue ver al Niño y arrodillarse ante Él, conmovidos.
Entonces le dieron los regalos que habían llevado.
Otro le dio oro, reconociéndolo como rey y representando al amor de buena ley.
El tercero le dio mirra, una planta amarga que se usaba para embalsamar a los muertos, reconociéndolo como hombre y figurando la mortificación.
Y los vecinos de Belén se hacían lenguas viendo semejantes comitivas, ya que tan lujo no se conocía en la región.
Cumplido su propósito, los Reyes Magos volvieron a sus tierras. Pero tomaron otro camino, pues un ángel les avisó que nada debían informar a Herodes, evitando pasar de nuevo por Jerusalén.