El día 20 de Enero se celebra en Malpica de Tajo, Toledo, ya sabéis que es mi pueblo...la festividad de San Sebastian, fiestas de invierno, en honor a su patron. Estas fiestas en nuestro pueblo son muy bonitas por las tradiciones de el Toro de fuego, este es un armazón metálico imitando la figura del toro y Los Morraches.
Siempre recuerdo en estas fiestas a mi padre, era un gran admirador de ella y nunca faltaba a su plaza a correr con el toro, hasta algun año llego a quemarse...Estas fiestas han sido declaradas fiestas de interés local y por ello nos sentimos muy orgullosos de ello...
Otra vez nuestro blog se sale de la linea principal y os mostramos una de las cositas que nos gustan y nuestros paisanos disfrutan de ellas...
A MI PADRE...IN MEMORIAN...CON CARIÑO...
TOROS DE FUEGO
Los toros de fuego de las localidades toledanas de Madridejos y Malpica de Tajo han sido declaradas como fiesta de carácter tradicional a nivel local. Se trata de tradiciones que se llevan a cabo desde años atrás, en concreto, durante las fiestas grandes de los municipio. En el caso de Malpica y Madridejos, se desarrollan durante las fiestas de San Sebastián, patrón local, el 20 de enero, con una o varias carreras por los puntos claves durante las fiestas.
Se trata de una resolución publicada ayer en el Diario Oficial de Castilla-La Mancha (DOCM) y ratificada por el delegado de la Junta en la provincia de Toledo, Fernando Jou. La misma hace referencia a lo dispuesto en el apartado dos de la Instrucción Técnica Complementaria número 18 del Reglamento de Artículos Pirotécnicos y Cartuchería, Real Decreto 563/2010.
El toro de fuego hay que diferenciarlo del embolado, donde sí hay animal. En este caso se trata de un armazón metálico, que imita la forma de un toro, sobre cuyo espinazo se coloca un bastidor con elementos pirotécnicos transportados por una persona. Tras encenderse la mecha de los fuegos a su espalda, el toro humano corre a la gente con su lomo chispeantes, hasta que se les retira los elementos que conforman el armazón.
Estas dos no han sido las únicas declaraciones publicadas en el día de ayer, ya que, en materia de artículos pirotécnicos, se ha declarado la manifestación festiva de los ‘corre plazas’ de Totanés, como manifestación de carácter tradicional a nivel local. En esta ocasión se trata de la famosa exhibición de fuegos artificiales
que se desarrolla en diciembre con motivo de las fiestas de la Virgen Inmaculada concepción.
En los tres casos, para el desarrollo de las actividades, no se permite la participación activa de menores de
edad en los espectáculos pirotécnicos de trayectoria errática como son éstos. Eso sí, los mayores de 16
años, podrán participar con autorización de quien ostente la tutela del menor.
LOS MORRACHES TOMAN MALPICA DE TAJO
El Morrache es un personaje de origen pagano, procedente de la mitología celta prerromana, que fue incorporado a las festividades católicas como representación del jolgorio y de la lujuria. Son tradicionales en distintos lugares del centro y del norte de España, principalmente de Castilla, Galicia, Asturias, País Vasco y Navarra, aunque como festividad cristiana fue trasladada a otras regiones de España y de Hispanoamérica. Sus atributos varían según las zonas, pero suelen consistir en una máscara, traje de colores vivos, rabo y genitales bovinos. En ocasiones llevan cuernos, y en la mano portan siempre un instrumento de azote, sea látigo, cachiporra o, en ocasiones, castañuelas. Suele acompañarse de un bastón en la otra, con el que marcan el ritmo cuando se presentan conjuntamente con danzantes
Representan a los soldados del emperador, compañeros de Sebastián quienes, impelidos por Maximiano a ejecutarle, se taparon la cara con máscaras para no ser reconocidos, cuando le asaetaron. El mono-traje, rematado con capucha y coleta, se viste de los colores rojo, verde y amarillo combinados, aleatoriamente, por parejas y adornado con corazones del color restante, se complementa con cencerros o esquilillas, que, fijadas en la parte trasera de la cintura mediante cintos, cinchas o cuerdas, hay que hacer sonar de una determinada manera y con una cadencia definida moviendo el culo verticalmente y una porra o cachiporra, con la que se amenaza, simbólicamente, a la imagen del santo. El rostro se oculta con caretas, generalmente de motivos o personajes terroríficos. Como en otros muchos lugares de la geografía española (y de sudamérica, en donde, posiblemente, los españoles importamos la tradicción), son los morraches los que aportan el colorido, la originalidad y el tipismo a la fiesta. Antiguamente recorrían las casas del pueblo, sobre todo los bares y tiendas, para pedir y recoger artículos que, posteriormente, donaban para ser subastados en las "pujas" del santo, cuyo dinero iba destinado a sufragar los gastos de la fiesta y, muy ufanos, se paseaban colgados del brazo de las mujeres, mozas en mayor proporción como es lógico, hasta el pórtico de entrada a la iglesia, realizando la doble función de guía y protector frente al acoso del resto de sus compañeros. La hermandad de San Sebastián proporciona los trajes y demás aditamentos para que se vistan los quintos( y otras personas que no son quintos si sobran trajes) pero la mayoría de los morraches son vecinos del pueblo, de cualquier edad y sexo ( cuando yo era joven todos los morraches eran hombres, pero actualmente se visten de cada vez más, eso sí todavía minoritariamente, mujeres ) que disponga de la indumentaria y los complementos.
Los toros de pólvora
Otra tradición muy enraizada en las fiestas de San Sebastián, practicada sobre todo por nativos pero, cada vez más frecuentemente, también por forasteros que acuden a las fiestas con la sana intención de divertirse, es tratar de esquivar, saltando y corriendo, las carretillas con que, a su paso, los toros de pólvora siembran el suelo y saturan la atmósfera. El momento álgido es cuando el toro de pólvora sale del Ayuntamiento anunciado por el tradicional toque del clarín a despeje, y nunca mejor dicho pues, en oyendo el toque, la plaza queda casi desierta, desapareciendo, en un instante, la gente por las bocacalles aledañas intentando poner una distancia prudencial, en muchas ocasiones, a todas luces, insuficiente, entre ellos y las erráticas trayectorias de las carretillas, como solución de compromiso ante la tentación de ver qué sucede en la plaza y el temor a que alguna de las carretillas les alcance y queme. He dicho, a propósito, que la plaza queda casi desierta, pues siempre, un conjunto, más o menos numeroso pero casi siempre de la misma composición o identidad, de valientes (en su mayoría jóvenes) intentan, pues no todos lo conseguimos, aguantar estóicamente, (bueno, esto es sólo una licencia poética, lo cierto es que, salvo en algún caso impenitente, la verdad es que la mayoría intenta esquivar, a veces inutilmente, la enmarañada, aleatoria e irregular trama que "los fulminates" describen a su alrededor, rodeando la lumbre en sentido contrario al que se aproxima el toro de pólvora, mientras se saltan las carretillas que llegan a nuestros pies) el continuo bullir de las carretillas que pululan en derredor de los bizarros jóvenes, trazando una tupida red de fuegos artificiales mientras la adrenalina circula a raudales por el torrente sanguíneo aumentando la concentración de glucosa en los músculos, elevando la tensión arterial y el ritmo cardíaco, dilatando las pupilas y estimulando el cerebro generando la sensación de bienestar que nos corvierte, casi de por vida, en adictos a los toros de pólvora. A toro pasado aún queda comentar, con todo aquel que quiere escucharnos, de manera atropellada, los mejores y más arriesgados lances de la faena.
La lumbre
Todos sabemos el carácter atávico de la fascinación del hombre por el fuego, tal vez motivado tanto por sus características beneficiosas como fuente de energía (para cocinar los alimentos y despejar la maleza) y calor así como por su potencial destructor y, por ende, purificador ¿Qué fiesta de nuestra geografía no exhibe alguna actividad relacionada con el fuego, ya sea fuego natural o fuegos artificiales?. En Malpica de Tajo se enciende, desde siempre o desde que yo recuerdo al menos, a partir de la noche de la víspera, día 19, después de los fuegos artificiales, y durante cada una de las noches siguientes hasta el colofón de la fiesta, una gran hoguera (no para quemar vanidades, que bien vendría, sino para aportar luz, antaño cuando la luz eléctrica no era patrimonio universal, y calor en las gélidas noches invernales) en uno de los lados de la plaza de La Constitución, con peanas o troncas de encina, alimentada con grandes haces de taramas de coscoja o carrasca y delimitada del resto de la plaza por un círculo trazado, con adoquines de las aceras, sobre el suelo. Al calor de su fuego se acercan y desfilan, niños, matrimonios, parejas de novios y jóvenes que aspiran a serlo, formado alrededor de su perímetro, principalmente en los tres cuadrantes que no se corresponden con el sentido en que sopla el viento (tal vez para que "el humo no ciegue sus ojos" o para evitar que el olor a humo enmascare el del perfume) una bulliciosa y abigarrada multitud, organizada, inconscientemente, en distintas filas o capas de proximidad al fuego, que pugna por un sitio en el que absorber algún requicio del calor desprendido por el fuego mientras escuchan las melodías que interpreta, sobre el escenario levantado en el rincón derecho de la fachada del Ayuntamiento, la orquesta, charlan de sus asuntos (o los de los demás), miran, con mayor o menor disimulo, a la persona que les gusta, ríen o cortejan. Cuando un lado ya está lo suficientemente caldeado giran media vuelta ,como las chuletas, para calentar el otro lado o pasan a una fila más externa, intercambiándose con otras personas de las filas posteriores, de manera que el intercambio de posiciones del cuerpo y el flujo de las filas delanteras hacia las traseras y viceversa se efectúa a intervalos pero continuamente. Otra de las actividades que divierte a algunos, por supuesto no a quienes quema, consiste en lanzar al fuego, subrepticiamente, una, o varias, bombas de pólvora que estallan inadvertidamente haciendo saltar las ascuas de la lumbre y asustando, en el mejor de los casos, a la concurrencia, que se retira en oleada; la polémica que genera este comportamiento se terminaría si los que sueltan las bombas no fuesen los primeros en abandonar la zona de peligro para ponerse a salvo de ser quemados por las ascuas. Cuando la música termina en la plaza, aún se quedan algunas personas, jóvenes sobre todo y algún que otro "alumbrado", rodenado la lumbre, que dicen que "es cuando mejor se está", lo que sí es cierto es que el ambiente es distinto y más íntimo: se asa chorizo, panceta, chuletas, etc., se cuentas chascarrillos, anécdotas y hazañas, más o menos ficticias, y se sigue bebiendo. Antiguamente, de madrugada, se acercaban algunas personas para cargar sus braseros de picón con las abundantes brasas que ha generado la hoguera y, a veces, aprovechan para participar del improvisado ágape y en el ambiente festivo reinante.
La pólvora
En la noche del día 19, víspera de la fiesta de San Sebastián, se ofrece una exhibición de fuegos artificiales, "la pólvora" para los malpiqueños, cuyos castillos inundan de vivos resplandores la profunda oscuridad de la noche y atruenan el aire rompiendo el relativo, ya que la música de las atracciones de la feria está en pleno apogeo, silencio del pueblo haciendo ladrar a los perros; sonidos y luces que pueden percibierse, más o menos nítidamente, desde los pueblos de los alrededores y que es la señal y anuncio inequívoco de quela fiesta va a comenzar. El arbol más esperado, por vistoso e impactante, es el de San Sebastián que suele cerrar con su atronadora traca final la exhibición de los fuegos artificiales.
Fuentes: